¿Es el antiperonismo una antigualla política?
Durante décadas, la política argentina giró en torno a un eje central: el antiperonismo. Desde 1945, definirse en contra del peronismo fue, para muchos, la manera más simple y efectiva de construir una identidad política. Ser antiperonista otorgaba coherencia al campo "no peronista".
Sin embargo, en el último tiempo, esta centralidad ha comenzado a desdibujarse. ¿Podría ser que el antiperonismo haya dejado de ser el centro gravitacional para convertirse solo en una de las marcas identitarias de una nueva derecha? Una derecha que se define por otros principios: la defensa de la jerarquía económica, el individualismo radical y, quizás, una creciente indiferencia social.
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El Antiperonismo como Motor Histórico
Buena parte del siglo XX se articuló bajo una tensión constante entre peronistas y antiperonistas. El historiador Félix Luna sintetizó la lógica: "En la Argentina, uno no es simplemente conservador, liberal o socialista: uno es peronista o antiperonista". Esta dinámica explicó alianzas que, de otra forma, habrían sido imposibles, como la Unión Democrática de 1946.
Incluso con el retorno democrático en 1983, el antiperonismo mantuvo su relevancia, influyendo en los gobiernos y las oposiciones posteriores. Se trataba de una fuerza movilizadora.
Pero los patrones han cambiado.
La Evidencia Electoral: Nuevos Focos de Movilización
Los resultados electorales de la última década sugieren un quiebre. En 2015, Mauricio Macri ganó la presidencia. Su discurso no se centró primariamente en el ataque al peronismo, sino en la promesa de una gestión moderna y "no política".
Según datos de la época, una porción significativa de sus votantes no lo hizo por oposición al kirchnerismo, sino por cansancio de la gestión anterior o por expectativas económicas. El odio no fue el factor decisivo.
La irrupción de Javier Milei en 2023 marca un punto de inflexión más claro. Su discurso principal se articuló como anti-Estado y pro-mercado absoluto, no necesariamente como antiperonismo en el sentido tradicional. De hecho, su principal crítica se dirige a la "casta" política en general.
Esto sugiere un cambio de paradigma: la confrontación ya no es solo contra un partido, sino contra el concepto mismo de Estado benefactor y redistributivo.
El Ascenso de una Nueva Derecha
La derecha argentina contemporánea parece estar definiendo su identidad no por lo que niega (el peronismo), sino por lo que afirma: una ética del mérito extremo, una visión meritocrática y una aceptación de la desigualdad como motor de desarrollo.
La politóloga Natalia Aruguete plantea que esta es la emergencia de una derecha que capitaliza el resentimiento contra la política, pero que también construye una nueva moral basada en el consumo y la eficiencia.
“Lo que vemos en Argentina no es un retorno del antiperonismo clásico, sino la emergencia de una derecha pos-ideológica, que se nutre del resentimiento contra la política, pero también de una nueva moralidad basada en el consumo, la eficiencia y la exclusión simbólica del ‘pobre que no quiere trabajar’”.
En este nuevo esquema, el peronismo es solo una de las manifestaciones del enemigo abstracto: el asistido, el que depende del Estado, o el que es percibido como un "obstáculo a la producción". La identidad se construye por exclusión económica, más que por oposición partidaria.
¿Y si esta nueva identidad política se basa realmente en la jerarquía del dinero y el individualismo por encima del valor colectivo? Es una pregunta que exige un análisis honesto. Observamos la naturalización de discursos que defienden la desigualdad o que deshumanizan a los sectores más vulnerables.
Como señaló el sociólogo Pablo Stefanoni, esta es una derecha que busca redefinir la cultura: "Estamos asistiendo a la construcción de una nueva hegemonía cultural que no se opone al peronismo, sino a la idea misma de comunidad".
El crepúsculo de una era y la incertidumbre de la nueva
El antiperonismo, si bien no desaparece, ya no es el eje que organiza la política argentina. Ha sido absorbido y transformado por una nueva derecha que no lo necesita como su razón de ser. Esta derecha está enfocada en redefinir los valores sociales: la solidaridad es reevaluada y el éxito individual se exalta por encima de cualquier otra consideración.
La gran cuestión es que, mientras el peronismo sigue, a veces, anclado en las lógicas de la vieja confrontación, la derecha avanza con un discurso que busca instalar un nuevo sentido común.
Estamos preparados para entender este desplazamiento del eje político y sus implicaciones sociales?
Es una conversación que la historia nos está forzando a tener.

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