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Argentina aceleracionista: el único plan es pisar el acelerador hasta que algo explote

Si has estado prestando atención a la política argentina de los últimos meses –o, seamos honestos, a los memes–, te habrás dado cuenta de que todo avanza a un ritmo tan frenético que parece una película en cámara rápida. Decretos que cambian medio país, proyectos de ley que son una bomba de tiempo, declaraciones que te dejan tieso… ¿Es solo puro caos? ¿Un experimento de laboratorio que se salió de control? ¿O es algo más?

Apostá por la última. Porque lo que estamos viendo no es (solo) un circo. Es, y esto es muy probable, la puesta en práctica de una de las filosofías políticas más oscuras y polémicas que surgieron de la red: el aceleracionismo. Y Argentina se ha convertido, sin que nadie lo pidiera, en su laboratorio a escala mundial.

¿Acelera-qué? Un Concepto Salido de 4chan y de la Academia

Empecemos por lo básico. El aceleracionismo, en su esencia más cruda, es la idea de que el sistema actual (económico, social, político) es tan corrupto e inviable que la única solución es forzar sus contradicciones al máximo hasta que estalle. La metáfora de siempre es la de un auto que va directo a un barranco. La lógica conservadora dice: "frená". La progresista: "giralo". El aceleracionista, en cambio, grita: “¡PISEN EL ACELERADOR! ¡TENEMOS QUE LLEGAR AL FONDO LO MÁS RÁPIDO POSIBLE PARA VER QUÉ CARAJOS SALE DEL CRÁTER!”.

Suena a locura, ¿verdad? Pero tiene sus escuelas de pensamiento:

Aceleracionismo de Izquierda: Popularizado por filósofos como Nick Srnicek y Alex Williams en su Manifiesto por una política aceleracionista, propone apropiarse de las fuerzas del capitalismo tecnológico (automatización, inteligencia artificial) para superarlas y construir un futuro post-capitalista. Su lema sería "acelerar para ir más allá".

Aceleracionismo de Derecha (o Reaccionario): Este es el más turbio. Nace de los foros más oscuros de internet y de teóricos como Nick Land. Su idea es que el capitalismo es una fuerza natural tan poderosa y destructiva que hay que liberarla de cualquier traba (estados, derechos laborales, regulaciones) para que “desterritorialice” todo. El colapso social que resulta de esto no es un efecto secundario, es el objetivo. Es darwinismo social con esteroides, donde solo los "más aptos" sobreviven a la tormenta de fuego capitalista.

Argentina 2015-2025... ¿Fascismo o Ensayo Aceleracionista?

Ahora, miremos a la Argentina. La última década fue un ciclo interminable de crisis, parches, más crisis y más parches. Muchos analistas, viendo el surgimiento de figuras y discursos polarizados, hablaron de un posible "fascismo criollo". Pero el fascismo clásico busca un Estado fuerte, que lo unifique y controle todo. Lo que estamos viendo ahora es casi lo opuesto: un Estado que se destruye a sí mismo a martillazos.

¿No fue más bien un caldo de cultivo? Una sociedad agotada, con la fe rota en todos los políticos, donde el viejo lema "¡que se vayan todos!" mutó a un desesperado "¡que explote todo de una vez!". El hartazgo es el combustible perfecto para la lógica aceleracionista.

Peronismo, cómplice involuntario

¿Y qué hay del peronismo en todo esto? Surge una hipótesis provocadora: ¿actuó la última administración peronista (2019-2023) como un “aceleracionista involuntario”? Lejos de ser un proyecto de izquierda radical, su eje fue la defensa de un estado de bienestar de centro-derecha, keynesiano, pero sin la capacidad fiscal o política para sostenerlo o reformarlo. Su gestión, caracterizada por la renuncia a dirigir o regular con eficacia al capital (algo que se notó en el cepo, la emisión desordenada y los acuerdos con el FMI), aceleró las contradicciones del modelo. No por una voluntad de trascenderlo, sino por una parálisis que agotó hasta el último resquicio de su viabilidad. Esta implosión por inercia, este "acelerar sin querer hacia el abismo", creó el terreno fértil perfecto: el colapso terminal del pacto social del bienestar fue el requisito previo que el aceleracionismo de derecha radical necesitaba para presentarse no como una opción, sino como la única "solución" extrema.

Milei: El Ingeniero a Cargo del Cráter

Aquí entra en escena Javier Milei. Y con él, la aplicación práctica más explícita del aceleracionismo de derecha que se haya visto en una democracia occidental.

Las medidas de su gobierno no son solo "políticas de shock" neoliberales como las de los 90. Una política de shock busca estabilizar rápido para después reconstruir. La lógica aceleracionista no tiene un "después" planeado. El objetivo es la aceleración misma, la destrucción creativa (con mucho más énfasis en lo segundo) como fin último.

Veamos la evidencia:

  • El DNU y la Ley Ómnibus: No son reformas, son terremotos legislativos. Su propósito explícito es demoler en semanas un andamiaje estatal que tardó décadas en construirse. Es acelerar la destrucción de lo “viejo” a una velocidad sin precedentes.
  • El Discurso del "Éxodo estatal": El ministro de Economía, Luis Caputo, lo dijo sin tapujos: “Vamos a generar las condiciones para que haya un ‘éxodo’ del Estado al sector privado”. Un "éxodo" implica una huida masiva, caótica, de un sistema que se viene abajo hacia otro. Es la personificación de la teoría.
  • La Retórica de la Guerra Civil: Cuando el presidente habla de “cortar cabezas”, de “enfrentar a la casta parasitaria” o de que sus medidas “no son para delicados”, no está buscando consenso. Está acelerando el conflicto. Busca polarizar al máximo, forzando a la gente a tomar partido en una guerra económica y social, con la esperanza de que su bando salga victorioso del caos.
  • La Fe en el "Orden Emergente": El aceleracionismo de derecha cree, casi de forma mística, que de las cenizas de este colapso surgirá espontáneamente un nuevo orden “natural” y más puro, gobernado por las leyes del mercado. Por eso no existe un plan B. El plan es el colapso controlado.

Esta perspectiva abre un debate incómodo: si la versión centroderechista y gestionariamente ineficaz del peronismo aceleró la crisis del estado de bienestar hasta su límite, y el libertarismo acelera las contradicciones del mercado puro hasta el colapso social, ¿estamos condenados a un péndulo de fracasos? Un bloque, por incapacidad, desgasta y quiebra el modelo social; el otro, por voluntad, dinamita sus cimientos. Cada fuerza, desde su lugar, crea las condiciones para que la otra surja, en un ciclo donde la ciudadanía queda atrapada entre la implosión involuntaria y la explosión deliberada.

Conclusión: ¿Experimento o Suicidio Nacional?

¿Es todo esto consciente? ¿El gobierno de Milei se levanta a leer a Nick Land antes de desayunar? Probablemente no de forma literal. Pero sí han absorbido y aplicado su lógica de la manera más pura.

El aceleracionismo es seductor porque ofrece una narrativa simple para una situación compleja: la culpa es de “ellos” (la casta, el estado, los de siempre) y la solución no es pensar, es detonar.

El problema, como señala la filósofa Marina Garcés, es que "la aceleración hacia el abismo no nos lleva a otro mundo, sino a la destrucción de cualquier mundo posible". El riesgo real es que el cráter que quede después de pisar el acelerador no sea un terreno fértil para construir, sino un agujero negro del que será muy, pero muy difícil salir.

Argentina, sin saberlo, se subió al cohete aceleracionista. El mundo entero está mirando para ver si despega hacia un nuevo paradigma o si, simplemente, estamos asistiendo al espectáculo de un país que decide autodestruirse solo para ver qué se siente.

¿Te gustó? ¿Te enojó? ¡Esa era la idea! Dejame tu comentario y seguimos con la discusión.

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